Las ideas se buscan entre sí para tener relevancia
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Las ideas sobran, lo que nos escasea es el ingenio de reconocerlas y la astucia de arriesgarnos a probarlas. Muchas veces las ideas son viejas historias recontadas, de forma que lo que no se logró en el pasado, tenga una nueva oportunidad en el presente. No creamos de la nada, tenemos múltiples influencias del entorno.
Por ejemplo, la idea de un auto eléctrico no es completamente nueva. Elon Musk y su avance automotriz ha desarrollado una idea que ya se había planteado antes. El primer auto eléctrico se vio nacer en 1837, a finales del siglo XIX una flota de taxis eléctricos inició su servicio en Londres.
La diferencia entre las ideas del pasado y las ideas actuales se establece en los recursos. Para los automóviles del pasado era más barato el combustible a la tecnología, por lo que la idea no era viable.
La idea estaba ahí, la tecnología todavía no. La necesidad del consumidor ni siquiera se vislumbraba. La idea en sí misma es sólo una pieza en el armado de un mecanismo. Se necesita que esta se convierta en un concepto, en una herramienta, en un proceso, en un diseño de un plan más complejo.
Las ideas son caprichosas, llegan en momentos que no eran los que buscábamos, nos eluden y se escapan en tomar la forma que necesitamos. Tardan en madurar y adaptarse a las circunstancias, las ideas son un reflejo de lo que no pensamos posible hasta que, en la secuencia adecuada a su tiempo y circunstancia, se van eslabonando.
El escenario cambia a finales del siglo XX, se pide aplicar el ingenio para aprovechar inteligentemente los recursos. Un grupo de viejas ideas se cruza con estas nuevas necesidades y entonces, el concepto del auto eléctrico toma auge 20 años después, en una industria cuyo eje es la movilidad sustentada en la energía eléctrica.
Las ideas se buscan entre sí para tener relevancia, crean un contexto que madura con el tiempo hasta alcanzar el estado en el que la necesidad, los recursos viables y quienes puedan realizarlas se encuentran.