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UNA HISTORIA SIN FINAL FELIZ

Carta al miedo que nos separó

| OnLove

Jugaste a intentar quererme y no te resultó, pero al final quien perdió fui yo. Decidiste de repente en nombre de los dos, y tu decisión dolió. Dolió mucho.

Es horrible pensar en cuánto cambiaron las cosas. Aún contemplo nuestras fotos y no comprendo cómo sucedió. Amar es un verbo que no conoce límites, lejanías ni pretextos. Pasábamos noches enteras planeando nuestra vida juntos, y hoy estamos aquí evitándonos y sin saber qué hacer, con el temor absurdo de llamar el uno al otro.

¿En qué momento nos pasó todo esto? Fue demasiado pronto para verlo llegar. Un día estábamos abriendo un vino tinto en la terraza de nuestro rincón favorito, con nervios de emoción, con mil promesas en el corazón. Más que dormir, soñábamos juntos. Planeábamos un futuro en el que los dos olvidábamos la palabra “buscar”, porque ya no había nada que encontrar. Todo estaba a nuestro lado, durmiendo en nuestro regazo.

Las sábanas envolvieron olas de explosión, una a una se conjugaban para unirnos y mostrarnos que es lo mismo cuerpo y corazón, aliados en las noches que la luna llena iluminó.

Fuiste mi emoción, mis ganas de seguir, mi razón para ser mejor.

No sé qué acabó sucediendo. Te fuiste sin dar ninguna explicación, te alejaste y dejaste que ganara esa obsesión tuya de sufrir y revivir lo que alguna vez te atormentó, ese miedo que fue más fuerte que todo lo que yo con acciones y besos demostré. Viviste mi amor, mi piel erizada al contacto de tus manos, mis ojos cerrados para disfrutar tus labios, ¿en qué momento dejaste entrar a ese miedo sin razón?

¿Cómo se lidia con esto? ¿Cómo convivo con la idea que me atormenta noche a noche? Ir todos los días a la cama con lágrimas en los ojos, sabiendo que mi amor, mi cuerpo o mi mente no fueron suficientes para aliviar tu corazón, que tus expectativas eran más altas, o que tus promesas sólo fueron armas para hacer de mí lo que quisieras.

Las lágrimas ya no son suficientes ahora que estás lejos, las miradas se me van apagando, finjo todo el día que tengo una sonrisa en la cara, cuando lo que tengo es un río de agua salada recorriendo mis entrañas.

Mis pensamientos obsesivos alcanzan tus palabras, las repasan una a una con tus historias pasadas, las traiciones que viviste y tu temor de revivirlas. Yo no soy ella, y en mí no está el hacerte daño. Ojalá que algún día lo entiendas, aunque para ese día la crueldad de tu desinterés sea el fracaso más grande de mi esperanza por un amor eterno.

Todo se repite una y otra vez, pensarte-extrañarte-odiarte-amarte, un bucle que trae a cuenta mis ganas de tirarlo todo, de ser partícula y volar lejos, hasta donde tu recuerdo se desvanezca.

Tú seguirás solo y yo rota, con tus promesas escurriendo por mis ojos gota a gota. Jugaremos a ser extraños que borran con el mismo vino tinto las ganas de cumplir los sueños que juntos construimos. Suerte con tus ganas de olvidarme, suerte con tu miedo a ser herido, que hiere mucho más que si se hubiese cumplido.

 

Por Dayana Sanjuán

 

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