Una parte de mí anhelaba que desaparecieras de mi vida
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No pretendía quererte, disfrutaba mi idea de soledad. Mis pensamientos eran libres y vagaban por un campo de armonía, pero de repente llegaste como una turbulencia y desestabilizaste mis sentidos; haciendo que una avalancha de sentimientos cayera sobre mi corazón.
Yo no quise quererte, no deseaba guardarte en cada parte de mi mente. Transgrediste mi epidermis, tal como un virus entraste en mi sangre; pero ahora ya no hay medicina que pueda sacarte de mi sistema.
Supe que me había perdido cuando sentí el calor de tus abrazos; cuando tu energía comenzó a electrificar mi piel. Cuando comencé a sumergirme en esas palabras de amor que endulzaban mi vida. En ese momento me di cuenta que estaba perdidamente enamorada de ti. Un terror impronunciable comenzó a apoderarse de todo mi ser; mi espíritu ya no me pertenecía, y cada espacio de mi habitación reclamaba tu presencia.
Traté de lanzar mi amor, tu amor y nuestro amor a un pantano del olvido. Ver cómo tu recuerdo se iba hundiendo poco a poco. Te borré sólo de una cuarta parte de mi mundo, de lo que es tangible, pero de aquello que es incorpóreo fue imposible, seguías adherido en cada recuerdo, pensamiento, y lo más importante, en mi alma.
Una parte de mí anhelaba que desaparecieras de mi universo, pero eso era engañarme, y la peor ofensa que uno mismo puede hacer es mentirse; porque se puede jugar a ser actor y montar toda una obra teatral en donde la felicidad es la protagonista, pero sabotear mi propia consciencia y crear una pantomima personal, es mortal.
Vivo en una lucha constante entre el querer y el no querer, pero cómo olvidar el empalme de nuestras manos, que eran como dos piezas de rompecabezas que embonaban a la perfección; sólo nosotros comprendíamos el misterio que ocultaban nuestras miradas y caricias.
Yo no quise quererte, pero eso fue imposible, por más que traté de jugar y portar una armadura impenetrable, terminé volando sobre un campo de espinas, que sólo me torturan.
“Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible siguiendo las prescripciones de lo moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad”. -Jaime Sabines.
Por Flor Vega Castillo