Una mamá deportiva es más divertida
El amor de una mamá es tan incondicional, que no importa cuál sea el momento, siempre estará para apoyar. Pero si es una mamá deportiva, habrá cosas que sólo ella entenderá, que otras no.
Regularmente, cuando se trata de deportes, los papás son los que se encargan de estar en los entrenamientos de futbol, o los que ven el uniforme para los hijos etc. Sin embargo, las mamás son hasta más enérgicas al momento de apoyar a su retoño, y hasta de miedo.
1. Eres su mayor fan
En cuanto empieza el partido, tú ya estás gritando su nombre y hasta pancartas llevas. Si tu hijo mete un gol, a toda la tribuna le dices: “ese es mi hijo, ese campeón”.
La euforia y emoción se apoderan de ti, y hasta eres la primera en preguntar cuándo jugarán.
2. Eres una mamá que gasta demasiado en cosas deportivas
Sin importar si tu hija/hijo lo necesita, cada vez que vas de shopping no dudas en comprarle algo. Todo tu dinero se va en uniformes, comidas, entrenamientos, etc., pero no importa porque eres su fan número uno.
Ahora sí que, pónganle aguacate a todas las cosas deportivas, porque tu hijo/hija debe lucir magnífico.
3. Tus hijos siempre tienen hambre
La palabra que más escuchas en todo el día es: “mamá, tengo hambre”. El refrigerador está repleto de comida, y ya sabes que en cualquier momento se vaciará.
Ser una mamá deportiva es entender que tu hijo necesita de muchas proteínas o hasta de una dieta.
Como la súper heroína que eres, le tendrás todo lo que necesita. No puedes permitirte tener a un deportista sin fuerzas.
4. Se bañan por horas
Sabes que ser una mamá deportiva implica mucho esfuerzo, pero a ti nadie te detiene. Sólo que disfrutas los momentos en el que tu hijo se mete a bañar, porque lo hace por horas.
Digamos, que es un juego mutuo. Mientras ellos se relajan en el agua calientita, tú aprovechas para consentirte un ratito.
5. Los animas y motivas
Como en todos los juegos, a veces se gana y otras se pierde. Sin embargo, siempre serás su hombro sobre el que se apoyen.
Eres quien los alienta a seguir echándole ganas, aunque hayan perdido. Pero si ganan, hasta les organizas una fiesta con tambores y mariachis.
Por Flor Vega Castillo